Elecciones, “castrochavismo”, “paz” y movimiento popular.
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En Colombia estamos viviendo una coyuntura que se expresa en los ámbitos distrital, regional y nacional. Condición que pasa por un montón de vicisitudes en materia social, política y económica, que tiene como necesario correlato el aumento de la conflictividad en el país, aunque intente ser encubierta con cándidos saludos a la bandera, tanto de derecha como de izquierda, al nebuloso llamado “pos-acuerdo”.
Luego de la firma de la “paz” se viene reconfigurando no solo la política partidista colombiana, también, la percepción hacía ella, junto con la movilización social de algunos sectores de izquierda. En pocas palabras, la política partidista ha utilizado el discurso de la paz, ya sea para mostrar su apoyo o fuese para desprestigiar lo “acordado”. A partir de este acontecimiento se vislumbran infinidad de discursos que difuminan la realidad nacional, centrándose en la aceptación moral de la participación o no en la política por parte de excombatientes de las Farc.
La presente coyuntura electoral ha ofrecido un circo con más ingredientes que en años anteriores, pues no solo el centro de atención ha sido la “legitimidad” de la participación política de la insurgencia mencionada (en su recién fundado partido político), sino que las funciones incluyen también el terror “castrochavista”, que ha venido siendo difundido en los discursos de la derecha criolla con el acólito de los medios de comunicación, argumentando un futuro económico y social “deficiente” a la venezolana. Lo cierto, es que el escenario de crisis no es exclusivo del país vecino pues “Colombia es el segundo país del mundo con más desplazados internos: 6,5 millones”[1], así como “en desigualdad (económica) pasa del puesto 11 a ser el octavo más desigual, entre los 141 países (informe del año 2017)”[2]. Cuestión que no termina allí, ya que si nos detenemos en el sistema de salud, educación o vivienda como tal, no pararíamos de mencionar tristezas y miserias para la gente de a pie, pues es bien sabido que las clases oprimidas somos quienes más llevamos del bulto con este sistema económico-social, sin embargo, no caemos -y esperamos no lo malinterpreten- en la visión del Estado de bienestar para las clases explotadas, o mejor dicho, no estamos pidiendo migajas a las instituciones del Estado ni nada que se parezca, nuestras apreciaciones parten de la crítica a la democracia burguesa y sus contradicciones. Leer el resto de esta entrada »
Jornada Contra la Brutalidad Policial
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Registro audiovisual de la más reciente jornada contra la Brutalidad Policial en la Universidad Distrital. (23/02/2018)
A mis compañeras y compañeros
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“Pero -dicen los economistas- los propietarios, los capitalistas, los patrones, están igualmente forzados a buscar y a comprar el trabajo del proletario. Es verdad, están obligados a ello, pero no igualmente. ¡Ah, si hubiese igualdad entre el que demanda y el que ofrece, entre la necesidad de comprar el trabajo y la de venderlo, no existirían la esclavitud y la miseria del proletariado! Pero es que entonces no habría tampoco ni capitalistas ni propietarios, ni proletariado, ni ricos ni pobres; no habría nada más que trabajadores. Los explotadores no son y no pueden ser tales precisamente más que porque esa igualdad no existe. “ -M. Bakunin -El sistema capitalista
El sistema Capitalista en el que vivimos nos ha hecho sentir la constante necesidad de responder con la obligación de acceder a un empleo para contribuir con nuestros gastos – salud, alimentación, vivienda, vestuario y ocio – y los gastos de las que nos rodean, con el fin de sobrevivir e intentar de alguna u otra manera mejorar nuestras condiciones reales de existencia. Esta situación se torna más compleja cuando la necesidad es en mayor medida la que dicta el tipo de trabajo al que puede acceder una persona perteneciente a las clases oprimidas en una economía capitalista, donde impera la explotación de las mismas.
En América Latina las economías se enfocan en la extracción de materia prima, los servicios y el turismo, esto genera una oferta determinada de trabajo para las personas con mano de obra “calificada” y mano de obra simple. Como en todo el mundo, un reducido sector de la población tiene la posibilidad de ocupar aquellos empleos de dirección, administración y explotación, – como dice uno de los viejos barbudos del siglo XX1-, mientras la mayoría de personas se ven forzadas a realizar los trabajos más penosos, con mayor riesgo, esfuerzo y competencia, sumado a esto, la mala remuneración que reciben por ello.
Bajo esta condición podemos comenzar a entender por qué nuestros puestos de trabajos suelen carecer de unos mínimos de seguridad, y más en tiempos de medidas de flexibilización laboral, en donde el patrón tiene el sartén por el mango, y puede disponer de una fuerza de trabajo muy basta que en cualquier momento está dispuesta a emplear para reemplazar a un compañero o compañera que no esté realizando “bien” su labor. No en vano, una de las máximas consignas del capitalismo es que “aquí nadie es indispensable”, si usted no está de acuerdo con las reglas de la empresa y el patrón, detrás suyo habrá quienes estén dispuestos a aceptarlas, debido a la penosa necesidad a la que nos referimos al inicio del texto.
En los sectores más informales de la economía, esto es pan de cada día, supongamos un negocio de comidas rápidas, en donde las labores que allí se ejercen, no requieren de una capacitación exhaustiva, pues gracias a la esencia del modelo Taylorista, lo único que es necesario aprender son 3 o 4 tareas que se deben repetir incesantemente las 8, 10 o 12 horas de trabajo que disponga. Las posibilidades de obtener un trabajo como este son amplias en la medida que cualquier persona podría realizar esta labor, por ello su demanda es muy extensa, lo que da una posición de privilegio al que oferta el trabajo, es decir, al que posee los medios de producción. Siguiendo con lo que se decía hace 200 años:
“Concluido a término y reservando al obrero la facultad de dejar a su patrón, no constituye más que una especie de servidumbre voluntaria y pasajera. Si, pasajera y voluntaria solo desde el punto de vista jurídico, pero de ningún modo desde la posibilidad económica. El obrero tiene siempre el derecho de abandonar a su patrón, pero, ¿dispone de los medios?
Y si lo abandona, ¿será para comenzar una existencia libre en la que no tendrá otro patrón más que a sí mismo? No, será para venderse a un nuevo patrón. Será impulsado a ello fatalmente por esa misma hambre, esa libertad del obrero que exaltan tanto los economistas, los juristas y los republicanos burgueses, no es más que una libertad teórica sin ningún medio de realización posible, por consiguiente, una libertad ficticia, una mentira”.
Si consideramos que el patrón tiene la ventaja de tener a su disposición cuando quiera, personas a las cuales puede contratar y siguiendo la lógica capitalista de maximizar las ganancias, esto conlleva necesariamente a que las condiciones de trabajo no sean una prioridad en el negocio, es decir, que los trabajadores no tengan el descanso necesario por la labor que están realizando, o que las máquinas y herramientas con las que ejecutan sus labores no estén en óptimas condiciones, también, es recurrente que los implementos de trabajo muchas veces no son suministrados por la empresa, y por ende, deben ser asumidos por el trabajador, junto con un largo etcétera.
Al encontrarnos en esta situación, las trabajadoras históricamente han buscado organizarse para mejorar las condiciones de vida, puesto que sabemos que no estamos en relación de igualdad frente al patrón, y esto seguramente muchas de nosotras lo han vivido; si una o dos trabajadoras comienzan a exigir por mejoras, estas son tratadas como instigadoras, subversivas, comunistas, revoltosas y un sinfín de palabrerías con la intencionalidad de desprestigiar y desdibujar las justas exigencias de las trabajadoras.
Esto nos ha permitido aprender de las experiencias pasadas en las que la organización nos ha conducido a mejores puertos. Son múltiples ejemplos que se pueden citar para recalcar este punto, como la jornada de 8 horas de trabajo, la celebración de días festivos, cubertura en salud y otros, sin embargo, cabe aclarar que aquellas “victorias” del movimiento obrero de antaño, hoy se quedan cortas para los objetivos, lineamientos y estrategias de las organizaciones sindicales revolucionarias, o bueno, del tipo sindical que le apostaría tomar los medios de producción y construir la revolución social.
Empero, estas victorias arrancadas con sudor y sangre de otras compañeras en épocas atrás, no son hoy en día tenidas en cuenta por el miedo que nos da hablar entre nosotras, o hablar con el patrón. Hemos naturalizado las malas condiciones laborales que hemos experimentado, vemos normal que si nos piden horas extras no las cobremos, si nos enfermamos por culpa del trabajo nos descuenten el día asumiendo como propia la culpa de que nuestros cuerpos no resistan la fatiga. Pareciese que vemos con buenos ojos que despidan a un compañero porque prefiere faltar al trabajo para quedarse en casa cuidando a su hijo enfermo porque no tiene sentido de responsabilidad con el trabajo. Nos educan para agradecer estas condiciones, desde pequeñas nos dicen que el trabajo es una bendición, y debemos conservarlo sin hablar muy alto o inclusive siquiera dirigirle la palabra al jefe. Es verdad, tenemos que ser conscientes que estamos trabajando, y como la situación no es la mejor, no podemos darnos el lujo de quedarnos sin trabajo, pero al mismo tiempo debemos ser conscientes que la relación entre el dueño de la empresa y nosotras no es solo desigual, sino injusta.
La naturalización de esta cotidianidad nos ha hecho también ver enemigas entre las mismas trabajadoras, esta, es una de las grandes victorias del Capitalismo: La división y confrontación en la que nos vemos inmersas, no sólo al momento de conseguir un empleo, sino en el momento de ejecutarlo, donde somos testigos de situaciones lamentables como la competencia entre dos o más trabajadoras por buscar la aprobación de su jefe y así elevar su status con altas probabilidades de convertirse en esquiroles, perdiendo con esto, su dignidad, respeto de sus compañeros y compañeras de trabajo y facilitando las dinámicas de explotación ejercidas por el patrón.
Teniendo en cuenta esto, vale la pena preguntarse: ¿Cómo es posible que personas que vivimos 8 horas bajo las mismas condiciones de explotación nos hagamos la vida imposible porque ella es más alta, él es más callado, o me miro mal o cualquier situación que se genera por estar en una jornada de trabajo estresante? Tenemos que detenernos a pensar por qué nos amargamos la vida nosotras mismas, y de paso, le hacemos el juego al Capitalismo. Es claro que también existen compañeras que deciden deliberadamente seguir este juego, puesto que lo hacen por falta de conciencia de lo que significa ser trabajadora, pero debe ser claro también para nosotras que en las demás relaciones debe aflorar el apoyo mutuo y la solidaridad.
Es cierto que existen toda clase de roles en la dinámica del trabajo, entre los cuales el patrón da algún grado de responsabilidad a una o dos compañeras para que realicen tareas de coordinación o administración. Si estuviésemos en algún momento en esta posición es claro con quién debemos estar y a quién le debemos nuestra solidaridad, puesto que ese cargo por más que tenga responsabilidades no debe ser para convertirse en acolito de los intereses del dueño, por el contrario, debe ser un puesto de conquista para mejorar las condiciones de trabajo de todas las personas que realmente generamos la riqueza social y estamos en condición de explotación.
Por ello, es urgente generar charlas amenas entre las trabajadoras, deberíamos mostrar interés por nuestras familias, por nuestras vidas fuera de los lugares de trabajo, salir a tomar una cerveza o comer un helado, puesto que, si afianzamos las relaciones personales entre nosotras, nos será más fácil el día de mañana hacerle frente a un reclamo por un pago, por un merecido día de descanso, por el derecho a vivir una enfermedad, una indemnización o un despido, y al mismo tiempo, al Capitalismo. Estas estrategias no nacen de un libro escrito por algún barbudo de esos que nos gustan del siglo XIX o XX, esta postura debe partir desde la solidaridad y el apoyo mutuo entre iguales. Seguramente mañana cambiaremos de trabajo y encontraremos una situación similar, pero en el fondo la cuestión radica en ir acumulando y seguir persiguiendo la utopía de un mundo nuevo donde primen las relaciones humanas a las relaciones comerciales. Queda mucho por hacer, ¡Trabajo es lo que hay!.
“¿Queréis que los hombres no opriman a otros? Haced que no tengan nunca el poder de oprimirlos. ¿Queréis que respeten la libertad, los derechos, el carácter humano de sus semejantes? Haced que estén forzados a respetarlos: No forzados por la voluntad ni por la acción opresiva de otros hombres, ni por la represión del estado y de las leyes, necesariamente representadas y aplicadas por hombres, los que los harían esclavos a su vez, sino por la organización misma del medio social: organización constituida de modo que aun dejando a cada uno el más entero goce de su libertad no deje a nadie la posibilidad de elevarse por encima de los demás, ni de dominarlos, de otro modo que por la influencia natural de las cualidades intelectuales o morales que poseen, sin que esa influencia pueda imponerse nunca como un derecho ni apoyarse en una institución política cualquiera.”
1El Sistema Capitalista. M.Bakunin disponible en: http://www.portaloaca.com/pensamiento-libertario/textos-sobre-anarquismo/9236-el-sistema-capitalista-mijail-bakunin.html
Suicidio: ¿Cuestión de cobardía?
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“Lo más alto ha de alcanzar su altura
partiendo de lo más profundo”
Nietzsche[1]
Nota aclaratoria: El presente artículo no debe ser interpretado como una apología al suicidio. Su intención es permitir un espacio de reflexión en el que se discutan algunas perspectivas en aras de aportar a la comprensión de este complejo fenómeno.
Polémico y enmarañado; Dos términos ineludibles a la hora de hablar sobre la causales que abrazan el fenómeno del suicidio a pesar de ser una práctica de vieja data dentro de la historia de la humanidad[2]. Dicho ello, cabría preguntarse: ¿por qué hasta nuestros días persiste la negativa a deliberar de forma amplia y concienzuda al respecto?, ¿en qué residen los apelativos desdeñosos para referirse al suicidio?. Estos y otros interrogantes seguramente no poseen una respuesta única que solvente la discusión, sin embargo, lo que si podríamos arriesgarnos a afirmar es que las condiciones actuales, es decir las que impone el sistema capitalista, están íntimamente ligadas a la expresión contemporánea del suicidio.
En clave a este debate proponemos partir de dos presupuestos fundamentales para comprender nuestra línea argumentativa: en primera medida, ubicar el fenómeno del suicidio como una práctica inseparable de las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales que rodean a un sujeto, y por tanto, imposible de concebir desde una mirada subjetivista que otorga la totalidad del peso explicativo a los criterios de la voluntad personal. Paralelamente, nuestro segundo presupuesto consiste en señalar que los juicios peyorativos sobre el suicidio recaen en la transgresión que implica esta práctica a lo que denominamos como “la Santísima Trinidad del Paradigma Autoritario de Occidente” compuesto por: el Cristianismo, la Ciencia y las Mercancías.
En efecto, resulta inverosímil tratar de comprender el fenómeno del suicidio al margen de las condiciones sociales que le rodean, al respecto, una idea de ello nos provee el aún controvertido debate sobre el suicidio en los animales[3]. Así pues, las posturas sobre este asunto pueden agruparse en dos grandes grupos: uno que señala que los animales no pueden suicidarse puesto que implicaría voluntad y/o decisión de hacerlo, cuestión que, sólo es posible a través de la razón lo cual es una facultad exclusivamente humana, de otra parte, una segunda postura afirma que si bien los animales “no deciden” en términos humanos quitarse la vida, lo que si es plausible observar es que en algunas oportunidades especies animales desarrollan comportamientos que les llevan a morir en respuesta a un factor externo tal cual y como sucede con las abejas que pican para defenderse y posteriormente mueren, o, los delfines que dejan de respirar al ser confinados en piscinas pequeñas[4]. A partir de lo anterior se hace evidente que aunque no existe un consenso que permita resolver la polémica de forma definitiva en este momento, lo cierto es que el factor de la influencia que ejerce el medio sobre un ser vivo resulta crucial para comprender las causales que le llevan a quitarse la vida independientemente de que sea un ejercicio “voluntario” o no.
Consecuentemente, la estrecha relación entre la práctica del suicidio y las condiciones del medio no es exclusiva de los animales, también, se hace manifiesta en los seres humanos. Indicativo es el caso de muchas culturas indígenas en América que durante el proceso de colonización perpetrado por los europeos caracterizado por toda clase de vejámenes recurrirán al suicido colectivo “para impedir que su raza sea humillada y sometida sangrientamente. Es un mecanismo de defensa y autoafirmación de su propia cultura, que indómita y digna resiste las humillaciones y persecuciones”[5]. Este caso que resulta ilustrativo acerca de la influencia del medio social en la práctica del suicidio nos da luces sobre su censura en la historia como haremos referencia a continuación.
Uno de los principales referentes sobre la desaprobación de la práctica del suicidio históricamente ha sido el cristianismo. La razón de ello estriba en el ejercicio de poder conferido a la noción de vida. En efecto, desde el dogma cristiano es la figura de dios quien posee la voluntad y la facultad de otorgar la vida, de allí se desprende que su “materialización” es la manifestación del poder de dios en el mundo terrenal. Y no podría ser de otra manera, ya que el cristianismo al sustentar su entramado filosófico en la autoridad de un ser divino, construye los juicios de valor junto con las prácticas que le son propias a partir de su voluntad. Véase pues a manera de ejemplo el famoso versículo de la biblia que señala: “Lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe”[6] .Visto desde esta óptica, la persona que decide suicidarse niega a la figura de dios como rectora sobre la vida, y por tanto, la autoridad emplazada en la imagen divina que es al mismo tiempo el sustento del paradigma cristiano. El suicidio saca el concepto de la vida de la noción celestial para situarle en el mundo terrenal, y de paso, al negar la supremacía de dios niega al dogma cristiano en su propia base.
Pero el suicidio no solamente niega la autoridad del canon religioso, también lo hace frente al paradigma de la ciencia occidental, especialmente, en la convergencia de la Medicina con el Derecho. Si bien ambas disciplinas aceptan la interrupción de la vida de una persona, esta práctica sólo es aprobada cuando una persona padece una enfermedad incurable y la autoridad médica así lo avala bajo una serie de parámetros, esto es, lo que comúnmente se conoce como eutanasia. Para el caso colombiano se ha dado una transición al respecto: en primera medida, el código penal en su artículo 326 hablaba de la figura de “Homicidio por piedad” el cual definía como “El que matare a otro por piedad, para poner fin a intensos sentimientos provenientes de la lesión corporal o enfermedad grave o incurable”[7] otorgando una pena que oscilaba entre los 6 meses y los tres años a quien lo practicase. Sin embargo, tendría modificaciones a partir de la sentencia C-236 de 1997, T-970 de 2014 y la Resolución 1216 de 2015, en las que de manera sintética, se acepta la interrupción de la vida de forma asistida con beneplácito de la autoridad médica exonerando de perjuicios penales.
Así pues, aunque esta práctica conciba la muerte voluntaria como una posibilidad, no deja de estar atada a un parámetro de autoridad: en este caso la médica como se señaló anteriormente. Por tanto, el ejercicio voluntario de interrumpir la vida de una persona queda limitado a las consideraciones de un agente externo, que en el binomio medicina/derecho, tipifica las condicionales para hacerlo basándose en criterios ligados al orden de lo biológico -enfermedades incurables y/o “estados vegetativos”-. En últimas, noción aunque progresista en comparativa con el paradigma religioso del cristianismo, continua erigiéndose por encima del individuo descartando de tajo otras posibilidades que este pudiese asentir al momento de considerar o no la continuidad de su vida, en ese sentido, son el Estado y la academia científica otra autoridad que a través de la práctica se opondrá al suicidio.
Otro de los discernimientos al respecto proviene del mundo de la fetichización de las mercancías[8], que tendrá como agravante, la hipocresía con la que se referirá al vínculo existente entre el capitalismo y el suicidio. Caso emblemático el de la compañía Foxconn –que trabajará para empresas como Apple- quien prohibió a su empleados como parte de las cláusulas trabajo el hecho de suicidarse[9], asumiendo posturas fariseas sobre la preocupación que supuestamente generaba en sus directivas la creciente oleada de muertes de sus trabajadores en estas circunstancias. Engañosa postura que busca ocultar las pésimas condiciones laborales a las que son sometidas miles de personas, y que seguramente, influyeron de forma decisiva en la determinación de algunos trabajadores para quitarse la vida.
Lo anterior nos permite evidenciar que el supuesto desvelo de los capitalistas son lágrimas de cocodrilo, porque su preocupación lejos de ser la vida de sus empleados, reside en la pérdida de mano de obra para acrecentar su capital. En ese sentido, el suicidio aparece como una afrenta a la autoridad de las mercancías quienes en el mundo del capitalismo contemporáneo determinan las relaciones sociales, de lo cual se deduce, que sea de forma consciente o no, el suicidio en algunas oportunidades adquiere connotaciones de resistencia a diversas formas de explotación.
Aunque de forma inmediata quizás no se haga evidente la conexión, el suicidio del joven Sergio Urrego, de tan sólo 16 años, aparece a manera de correlato en clave a lo dicho anteriormente. Esto se hace expreso al remitirse a las misivas que dejó Urrego a sus amigos y familiares[10] antes de quitarse la vida o algunas de sus interacciones en la internet[11], en las que, a pesar de los diversos motivos que acompañan la decisión de su suicidio llama la atención que todos ellos giran en torno a las condiciones sociales que le rodean. En particular, el caso de la presión de la que era objeto en su colegio al hacerse de conocimiento publico sus inclinaciones sexuales y afectivas. Ahora bien, aunque la discriminación no nace con el capitalismo su persistencia ha tendido a propagarse y ahondarse en la medida que se configura un sistema, que pese a los hipócritas llamados a la diversidad, se cierra normativamente a todo aquello que resulta divergente. Por ello, el suicidio de Sergio Urrego debe ser interpretado como una manifestación de rechazo a los condicionantes de una sociedad que niega de tajo el ejercicio de la autodeterminación.
Después de este breve recorrido en el que se buscó razonar sobre algunas de las tensiones que se ciñen sobre la práctica del suicidio se hace evidente la necesidad de ahondar en sus elementos analíticos superando las explicaciones cortas y simplistas que le refieren despectivamente en la cobardía o el desvarío. El suicidio entonces, constituye un asunto de interés colectivo puesto que más allá de su censura o promoción, nos vincula de múltiples formas y su reconocimiento en la dinámica social es un primer paso en su comprensión, más aún, en un contexto en el que a partir de la evidencia la relación entre el suicidio y la lucha de clases pareciese indisoluble.
[1] Nietzsche,F. Así habló Zaratustra.
[2] Ver al respecto : http://www.revista.unam.mx/vol.6/num11/art110/art110-3c.htm
[3] Para ubicar en el debate puede consultarse “Cuando un animal decide dejar de vivir. Suicidio e indefensión aprendida” Disponible en: http://www.eldiario.es/caballodenietzsche/animal-decide-suicidio-indefension-aprendida_6_589051101.html
[4] Ibid.
[5] VEGA,Renán. CASTRO,Luz Marina. NÁJERA,Isamel. RODRÍGUEZ,Clara Ines. 12 de Octubre de 1492.¿Descubrimiento o invasión?. Comité Pedagógico de la Campaña Autodescubrimiento. Bogotá.Colombia. (1988). Pp 46-47
[6] La Biblia. MATEO 10:4.
[7] Sentencia C-239/97. Ubicado en: http://dmd.org.co/pdf/sentencia-c-239.pdf
[8] Para profundizar en el concepto remitirse a la obra de Karl Marx “El Kapital”.
[9] Ver al respecto: https://www.wayerless.com/2011/05/empleados-fabricantes-de-la-ipad-tienen-prohibido-suicidarse
[10] A manera de ejemplo: http://caracol.com.co/radio/2015/09/04/judicial/1441344388_890862.html
[11] Ver al respecto: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-14510915
¡A conspirar se dijo!
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En la historia colombiana, son muchas las formas en las que poblaciones oprimidas han luchado y resistido a sus opresores gracias a la necesidad de defenderse como grupo o comunidad, de tal manera que conspirar aparece como imperativo para cambiar el orden actual de las cosas. Tal es el caso, en un primer momento, de las resistencias de los indígenas nativos hacia los españoles, que luchando contra la imposición de una cultura genocida dieron ejemplo de dignidad y respeto por sus ancestros como seres sentipensantes que aportaban al bienestar de sus comunidades. Fue así como el conocido cacique de los muiscas Tundama, en resistencia a la imposición del dominio español y en nombre de sus antepasados asesinados, organiza diversos grupos para conspirar y realizar enfrentamientos en los que la dignidad indígena se hondeaba como bandera, y que hasta nuestros días, es y debe seguir siendo uno de los referentes históricos de resistencia y defensa de lo propio en nuestro territorio. De igual forma, los enfrentamientos de los esclavos negros hacia los esclavistas que injustamente mutilaban sus vidas, no dejaron más remedio que organizarse y conspirar para quemar las haciendas y huir hacia territorios desconocidos donde fundaron los conocidos “palenques” como comunidades libres[1] en las montañas del Caribe principalmente.
La Revuelta de los comuneros en 1781 hacia la ley española inicia en el territorio de Socorro, Santander donde los campesinos levantaron su voz contra las injustas medidas comerciales impuestas por el virrey, que trajo consigo la unidad de campesinos de varios puntos del país que aunque no exigían el cambio del sistema político, se convirtieron en un referente de insurrección y resistencia. Años más tarde, las huelgas obreras frente a la empresa bananera United Fruit Company [2] organizadas e impulsadas por anarcosindicalistas,comunistas e individualidades, que exigían mejoras en sus condiciones paupérrimas de trabajo y salud a los que estaban expuestos dentro de los enclaves bananeros en la costa Caribe colombiana, produjo a raíz de este poder conspirativo de los trabajadores una de las más cruentas masacres conocidas por estas tierras, denominada como la Masacre de las Bananeras, perpetrada por el ejército colombiano en Ciénaga, Magdalena a orden del gobierno del conservador Miguel Abadía Mendez y como respuesta a la tradicional y arrodillada relación con los Estados Unidos; por tal motivo, las diferentes expresiones estudiantiles a lo largo y ancho del país no dudaron en lanzar su voz de protesta ante este grotesco acontecimiento, quienes sin duda alguno tuvieron que pagar con sus vidas una cuota más de injusticia e impunidad.
Todas estas manifestaciones no son producto del azar ni muchos menos, por el contrario, son legítimas respuestas a las condiciones de explotación a las que generaciones de colombianos han sido obligados a vivir producto de imperio del capitalismo y el mercado. No obstante, son al mismo tiempo el resultado de la creatividad y el ingenio de unas o muchas personas que en un momento determinado pasaron de la contemplación a la acción contra aquello que les oprimía, esto es, lo que solemos llamar la práctica del “conspire”.
Esta vocación en un sentido simple estaría sustentada en la actividad de conspirar, en idear aquellos planes para generar alguna acción determinada. Sin embargo, esta simple acepción le despoja de su potencial, puesto que, difumina sus cualidades y determinaciones que le hacen vinculante a prácticas sociales y materiales. Por todo ello, consideramos necesario desglosar algunas de estas cualidades y determinaciones que nos permitan ver por qué es importante esta vocación de “conspire”.
ANALIZAR PARA ACTUAR.
No es extraño que en algún momento en los diferentes procesos que se han dado en el país hayamos escuchado alguna idea o acción que a la postre ha resultado equívoca, igualmente, es frecuente que hayamos sido nosotros quienes planteásemos una acción insuficiente o contraria para transformar una situación determinada, y en ese sentido, en vez de resolver una adversidad se termina generando más dificultades que soluciones para el proceso; esto debido a una mala lectura, un análisis simple o equivocado de la situación que se está viviendo.
Por este motivo podemos decir que el acto de conspirar no puede partir de la mera especulación, de los análisis simples que llevados algunas veces por la pasión de la coyuntura u otras veces por el anquilosamiento de las prácticas: hacer lo mismo frente a todos los procesos, sin tener en cuenta el movimiento y los cambios que se presentan, dando por hecho prácticas “infalibles” para cada situación, constituye un error garrafal para los procesos en resistencia, cuestión que aunque obvia, resulta totalmente pertinente si tenemos en cuenta nuestro extensísimo historial de desaciertos.
Para lograr generar acciones congruentes con el momento debemos partir de un análisis concreto, es decir, un análisis que tenga en cuenta el mayor número de aspectos que estén presentes en la situación en la que nos encontramos, como lo son la situación material, el contexto histórico, la correlación de fuerzas, etc.
Claro está, esta actividad de analizar no se debe ser una mera práctica “académica”, es necesario ir más allá, debe ser una herramienta de lucha que nutra aquellas acciones e ideas que acumulen al proceso que se esté desarrollando, es decir, requiere de acciones concretas.
LA SOLIDARIDAD, NUESTRA ARMA MÁS FUERTE.
“Las masas oprimidas, que nunca han estado, ni pueden estar, completamente resignadas a la opresión y a la miseria, y hoy menos que nunca, se muestran ávidas de justicia, de libertad, de bienestar y comienzan a comprender que sólo es posible emanciparse por medio de la unión, por medio de la solidaridad con todos los oprimidos, con todos los explotados del mundo entero”[3]
Retomando las palabras del aún vigente Malatesta, y a sabiendas de la historia sobre los movimientos, revueltas y revoluciones que han existido en los últimos dos siglos, podemos decir que todos estos procesos no suceden ni de la noche a la mañana, ni son hechos por una sola persona o grupo, más bien ha sido la asociación ya sea espontánea o “formal” la que ha permitido estos procesos, siempre con una práctica especifica que les ha permitido fortalecer la constancia más allá de los intereses comunes, en otras palabras, incentiva a vivir en solidaridad.
Así pues, es necesario traer a colación a Marx en referencia al espíritu y la solidaridad cuando señala que: “es evidente (…) que la verdadera riqueza del espíritu del individuo depende totalmente de la riqueza de sus relaciones reales”[4]. A partir de lo anterior, se hace manifiesto que son las relaciones y más específicamente a lo que nos atañe a este escrito, las relaciones de solidaridad, las que permiten la riqueza de un espíritu y practica conspiradora.
Así, la solidaridad es el vínculo que nos permite ya sea por medio de colectivos, organizaciones, movimientos, coyunturas, etc., dar rienda suelta a este espíritu de conspiración; mediante el diálogo, el debate, la discusión, la confrontación de ideas y propuestas, es posible llegar a plantear nuestras formas más efectivas de acción.
Debemos reconocer y aprender que las personas que ostentan el poder sobre el mundo y todo su aparataje que les ayudamantenerlo, también conspiran y aprenden de la historia y de sus fracasos, que si bien no podemos afirmar que se guíen por un sentido de solidaridad, de lo que si estamos seguros es que a diario se reúnen para discutir cómo pueden aumentar las ganancias, es decir, cómo jodernos más la vida, en esto nos llevan años luz.
Por este motivo no podemos desconocer este ejercicio de reunión, discusión y la conspiración entre varias individualidades y/o colectividades que puede brindar un fruto mayor a la hora de plantear propuestas que nos permita avanzar contra aquellas personas que quieren perpetuar el imperio del mercado, pues será la libre opinión y la discusión permanente condiciones inexorables para potenciar el análisis y la creatividad de nuestras compañeras en clave de hacer de las ideas prácticas transformadoras.
Es verdad que a partir de la solidaridad podemos conspirar de una manera más compleja y fructuosa, pero también, es la práctica de conspirar la que en muchos casos permite esos lazos de solidaridad, pues como ya mencionamos, los procesos no nacen de una sola personas sino de varias, de esta manera, el acto en sí de conspirar en torno a una “causa” genera en las personas la necesidad de asociación, camaradería y apoyo mutuo. No es extraño que en muchos casos recurramos a nuestras compañeras o allegadas con alguna idea para debatirla y ponerla en marcha, o al revés, que en algún momento se acerquen a nosotras con alguna idea que deba ser escuchada y discutida, son esos momentos los que deben ser aprovechados sin chistar.
¿Y LA CREATIVIDAD?
Muchas veces se ha criticado a la “izquierda” por sus prácticas conservadoras, podemos escuchar a nuestro alrededor preguntas o frases como: “¿otra vez en asamblea?” “Nunca logran nada marchando” “ese discurso radical esta pasado de moda” “¿Por qué no hacen algo novedoso?” y hemos de aceptarlo, muchas veces tienen la razón; Y no se nos malentienda, este tipo de escenarios creemos que siguen siendo totalmente necesarios, pero debemos reconocer que en repetidas oportunidades les hemos reducido a un mar de parsimonia en la que escasea la creatividad anquilosándonos en nuestras prácticas autoreferenciales. Estas deben permanecer en esencia, pero transformarse en lo concreto. Así como lo hacen los defensores del capital, nosotros también debemos aprender de la historia y ver que el devenir histórico exige que se estén renovando nuestras formas de acción, nuestro análisis de la situación y también exige que hagamos un uso exhausto de nuestra creatividad.
Por este motivo es necesario que tengamos un espíritu conspirador, pero no aquel que solo remasterice las viejas prácticas, sino que haciendo uso de la creatividad pero también del análisis y la solidaridad, sea capaz de crear novedosas formas de acción y propaganda que permita llevar la lucha hasta las personas de a pie, que permita que a los procesos se unan cada vez personas y sean procesos más grandes y fuertese logre generar aquellas maniobras para atacar y confrontar al capital y a quienes nos oprimen. Este tendrá que ser el sendero para la victoria.
LA PRAXIS
Aunque en ninguno de los párrafos anteriores nos hemos alejado de la práctica como fundamento para generar, enriquecer y mantener el espíritu conspirador, es necesario unas cuantas palabras para dejar claro lo relevante de la praxis.
Como ya sabemos el espíritu solo puede realizarse en cuanto es producto de las acciones de la realidad material. Entonces es necesario, para que podamos mantener un espíritu de conspiración activo, una constancia permanente en articularnos que se exprese en cada uno de los escenarios en los que estamos inmersos. En concordancia, que se exprese tanto en el barrio como en el trabajo, en la universidad como en la taberna, con nuestra familia, parejas y amigos.
Debemos mantener una reflexión constante frente a los problemas que nos rodean, y generar para cada situación una forma de organización entre las personas que permita empezar a realizar actividades que lleven a una lucha específica, pero a la par, debemos encontrar las formas en que estas luchas específicas se puedan articular y originar procesos más grandes. Se trata entonces de entrelazar lo micro con lo macro.
Por otra parte, es necesario también mantener una reflexión constante hacia nuestras prácticas y formas de actuar, pues el espíritu necesita la autocrítica para renovarse a sí mismo, estar abierto a la posibilidad de reflexión de sus diferentes cualidades y determinaciones, podríamos decir que ejercer una conspiración hacia sí mismo pues nuestras prácticas no están exentas de caer en los vicios del mundo, y es imperativo deshacernos de esos vicios para poder ejercer una práctica más radical y coherente.
Es claro que esta práctica conspiradora debe empezar por sí mismo, para extenderse colectivamente,s decir debe crecer individualmente para convertirse en colectiva, así que el compromiso y la voluntad son fundamentales para lograr extender este espíritu, pues si no existe la voluntad para mantener esa reflexión constante y esas reuniones con nuestras compañeras de lucha, no será posible conspirar de una manera que nos permita alcanzar nuestros objetivos, pues no solo será necesario este compromiso y voluntad para la conspiración sino para todos los aspectos de la lucha.
Es importante tener muy en cuenta la voluntad, pues dentro de nuestro contexto permeado de toda la campaña de terror que ha mantenido el Estado colombiano para deshacer cualquier disidencia, estamos sufriendo de una enajenación de las prácticas anticapitalistas, antiautoritarias, radicales, etc., nos hemos alejado algunas veces por miedo, otras muchas por apatía de la responsabilidad y práctica revolucionaria. En ese sentido es menester que tengamos una voluntad férrea para poder recrear y nuevamente tomar una postura reflexiva, critica y contestataria en los tiempos en que vivimos.
CREAR UN MUNDO NUEVO
Como es obvio este espíritu conspirador tiene un fin, según la especificidad de cada lucha tendrá un fin inmediato que responda a las necesidades que se presenten, porque conspirar no solo se reduce a acciones de ataque hacia el enemigo, sino también a acciones de propaganda, de reflexión, de autocrítica, etc., es mediante la conspiración que se pueden generar los espacios y procesos que sean necesarios. ¿Porque no, conspirar sobre la formación de un colectivo barrial, sobre un debate en torno a una problemática dentro de nuestro trabajo, generar un mitin en las universidades? Son muchas las formas en que se puede ejercer esta práctica y allí es donde la inventiva tiene que hacer gala de su astucia.
La conspiración si bien puede responder a las situaciones y contextos específicos, también debe ser una parte fundamental en la lucha contra el capital, el patriarcado, el especismo y como no, contra el Estado. Debe dotarse de un sentido radical, aprender de la historia y proponer lo necesario para nuestros objetivos, y por último, debe ser también una herramienta necesaria para construir desde la cotidianidad y nuestros lugares de inserción el mundo nuevo que tenemos en nuestros corazones. Es seguro que a partir de la conspiración con nuestras compañeras pueden surgir ideas que permitan ir generando los caminos suficientes que nos lleven a esa utopía que queremos.
¿Y entonces que hay pa´ hacer?, Diría la banda de punk ¡ Todo por hacer! . Así que: ¡A conspirar se dijo!.
Colectivo Contrainformativo Sub*Versión
[1] Una historia del anarquismo en Colombia- crónicas de utopía. 2000
[2] http://www.lafulminante.com/articulos/30890857-Gente-muy-rebelde-1-Renan-Vega-Cantor.pdf
[3] http://www.enxarxa.com/biblioteca/MALATESTA%20La%20anarquia.pdf
[4] https://teoriaevolutiva.files.wordpress.com/2013/10/marx-k-la-ideologc3ada-alemana.pdf
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